Es un momento de caos y confusión total en las filas de los gordos no pasa nada. Sus líneas defensivas se rompieron y ya se habla de un éxodo masivo del campo de batalla. ¿Qué generó esto? En menos de dos semanas cayó la capital de Siria a manos de un conglomerado de grupos rebeldes los cuales se encontraban relativamente inactivos desde hace ya años. Jihadistas, kurdos, un gordo con un mosquete, el SFR, el FSR, una manada salvaje de revolucionarios armados destruyeron el centro de la estrategia iraní en medio oriente y rusa en África. Las consecuencias geopolíticas de lo que acaba de ocurrir son completamente imposibles de predecir, tanto dentro del territorio sirio como para el resto de la región y del mundo. De lo que se puede hablar es de los acontecimientos que llevaron a esta derrota histórica del eje anti-occidental y de algunas intuiciones personales que veo confirmadas en este acontecimiento.
La reconstrucción de los eventos que llevaron a esto comienza con la trágica invasión del 7/10 a Israel, en la que el Estado judío perdió enorme parte de su reputación regional e internacional. La infiltración por parte de Hamás de toda la frontera sur, con la consecuente masacre de civiles y toma de rehenes —humillación única en la historia de una potencia nuclear— alteró el delicado balance de poder de toda la región. La reputación de invencibilidad bélica de Israel se destruyó de la noche a la mañana dejando a sus mandos políticos y militares frente a una disyuntiva compleja. La ausencia de una reacción acorde, la cual hubiera consistido fundamentalmente en la eliminación de un par de objetivos del alto mando de Hamás y una negociación de rehenes sin más, llevaba al país en el mediano plazo a una guerra existencial. Ya era sabido que Hezbollá en el norte tenía infraestructura y planes para invadir y si a eso se le sumaba apoyo balístico iraní coordinado era posible que las frágiles alianzas regionales se rompan y el ataque pase a mayores (personalmente desconfío de los egipcios, son muchos y muy pelotudos). El escenario de la guerra regional hubiera sido el territorio israelí teniendo en la presidencia de su principal aliado a un gobierno demócrata con las filas infiltradas de iraníes (algo básico básico para entender es que si te vas a cagar a tiros con una democracia tenés que esperar hasta que un gobierno de izquierda esté en el gobierno, teléfono para Galtieri).
La otra opción, que ya en ese entonces me parecía la única razonable como solución a mediano plazo para la seguridad de Israel, era declararle la guerra total a Hamás y llevar el conflicto a la franja de Gaza. El ataque del 7/10 no fue una mera infiltración o un mero atentado terrorista sin más. Recordemos que los atentados terroristas son mayormente una prueba de la impotencia del atacante que, ante la incapacidad de hacerle frente a su adversario por medio convencionales, recurre a este género de acciones para desmoralizarlo. Este ataque puso a Hamás no solo como una fuerza con capacidad militar suficiente como para infligirle daño serio a Israel, violando sus fronteras, sino una con la voluntad de exterminarla junto a su población. No fue ni más ni menos que un recordatorio del adagio hobbesiano de que en el estado de naturaleza (que rige entre los soberanos) hasta el más débil recurriendo a subterfugios o aliándose con otros débiles puede matar al más fuerte. Dejar que sobreviva una fuerza así en tu frontera es faltar a la obligación fundamental de todo Estado: velar por la seguridad y la vida de sus súbditos.
Este nivel de respuesta no era impensable para los que planearon el ataque del 7/10, solo que incluso de seguirlo consideraban tener la ventaja estratégica. La guerra, desde su perspectiva, tendría dos frentes: el militar y la opinión pública. Desde el frente militar consideraban que, aunque la inferioridad militar de Hamás era total, el apoyo de Hezbollá desde el norte y el sistema de túneles que recorre toda la franja de Gaza (con civiles encima) iban a desgastar a Israel al punto de volver todo avance lento y poco efectivo, con altos niveles de bajas. Esto, consideraban, no iba a poder sostenerse en el tiempo pues la sociedad israelí es fundamentalmente cobarde (colonos polacos que a la primera de cambio se volverían a Europa) por lo que la victoria de las hordas islámicas basadas era inevitable. La principal apuesta estratégica, sin embargo, yacía en el plano de la opinión pública. Históricamente, la ventana de operaciones de Israel antes de que Estados Unidos amenace con no utilizar su veto en el consejo de seguridad de las Naciones Unidas o comience con las limitaciones fuertes a las ventas de armamento militar era relativamente corta. El Estado judío iba a tener, entonces, un período de solo unos meses para levantar toda la infraestructura bélica de Hamás, con sus 40.000 combatientes entrenados, lidiando simultáneamente con ataques desde el norte y desde Irán teniendo que minimizar bajas civiles en el proceso para que esa ventana no se minimice más aún. Cualquier alto al fuego en una invasión terrestre que resulte con Hamás, aún teniendo capacidad de control sobre el territorio y proyección militar, iba a ser una derrota aún más fuerte que la del 7/10. Es así que el peligro al que se enfrentaba Israel hace un año era de naturaleza absolutamente existencial.
Todos sabemos qué pasó desde entonces y no tiene demasiado sentido resumirlo. En lo que fue quizás la guerra urbana más prolija de la historia (no me interesa discutir con los que gritan genocidio, le dejo esa tarea a gente con más paciencia) Israel se hizo del control de la franja, eliminó a toda la cúpula no solo de Hamás sino también de Hezbollá y, con la victoria de Trump, parecería estar en camino a conseguir todos sus objetivos estratégicos de la guerra. La eliminación de buena parte de las capacidades de los terroristas con base en Líbano y las incursiones aéreas israelíes en territorio iraní rompieron con la capacidad de disuasión que el “eje de la resistencia” tenía en la región. Recordemos que, antes de estos acontecimientos, el stand-off regional se sostenía en la enorme capacidad balística de Irán y Hezbollá frente a la superioridad aérea total de Israel. La pérdida de la capacidad de disuasión chiita y el empantanamiento de los recursos rusos en la prolongada expedición punitiva en Ucrania le dieron a las milicias sunitas y al cúmulo insondable de actores en territorio sirio la ventana para terminar la larga travesía comenzada en 2013 y derrocar a Bashar al-Assad.
Las consecuencias concretas de su caída para Irán son bastante devastadoras. Siria era el principal buffer que los ayatollahs tenían contra incursiones aéreas israelíes, por un lado, y la puerta de entrada para la provisión de armamento a Hezbollá, por el otro. Sin estos recursos el grupo terrorista se encuentra en una posición bastante difícil en el Líbano, en el que es una minoría étnica. El resto de la población, otrora mayoría cristiana hoy día sunita, los odia con fervor en tanto funcionan como un Estado paralelo que tiene de rehén a las instituciones civiles libanesas, una humillación que lleva ya unos cuantos años. Sin dinero ni armas y frente a un desgaste constante por ataques e infiltración israelí el grupo terrorista se enfrenta a una virtual extinción en los próximos años. La destrucción de las capacidades de Hezbollá privan a Irán de su principal proxy, uno que ha cuidado y financiado por años, impidiéndole presionar a Israel y evitando que este se enfoque en la proyección regional de poder iraní. Recordemos que los contrapuntos de los ayatollahs en la región son Turquía (quien, dicen, estuvo detrás de la caída de Assad) y Arabia Saudita, con quienes se disputa el liderazgo de las masas musulmanas. Todos huelen sangre en el agua.
En definitiva, pasó algo. Y a la vez no pasó nada. Es acá en donde querría centrarme. El máximo gordo no pasa nada, Francis Fukuyama, predijo luego de la caída del muro de Berlín en un libro que nadie (me incluyo) leyó, pero todos citan, la victoria inevitable de la democracia liberal. En este sentido, los acontecimientos en medio oriente no hacen más que refrendar, a medias, su hipótesis: todos los regímenes autoritarios que buscan erigirse como alternativas a la construcción civilizacional occidental se muestran una y otra vez como tigres de papel que colapsan ante la más mínima muestra de voluntad y organización por parte del oeste o se derrumban solos ante sus contradicciones intestinas. No hay sentido, razón ni mandato histórico alguno equiparable al occidental. La persistencia de intentos de creación de mundo en abierta oposición a occidente solo se explican por la ligereza con la cual Estados Unidos se los toma. Civilization enjoyer mood. Esto no quiere decir que no estemos frente a una crisis profunda de sentido de este lado del charco, pero no es tan sencillo extinguir la llama de la libertad en el mundo.
Esto se está extendiendo un poco así que prefiero pasar a las conclusiones. ¿Pasó algo? No, solo se volvió a confirmar la vieja tesis fukuyamista. ¿Tiene que pasar algo? Puede que esté pasando. ¿Es bueno? Quién soy para decirlo.
Si leyeron hasta acá les mando un cálido saludo y les deseo un feliz domingo. Ejercítense, reflexionen, permítanse un minuto para apreciar lo interesante de la existencia, puteen a su objeto de odio favorito, las cosas simples.
La magnitud del problema demográfico chino eclipsa al occidental y se compone con un nivel de deuda fenomenal. Y ahora se viene el decoupling Industrial. Muy jodido y los veo muy boludos con el tema
“todos los regímenes autoritarios que buscan erigirse como alternativas a la construcción civilizacional occidental se muestran una y otra vez como tigres de papel que colapsan ante la más. mínima muestra de voluntad y organización por parte del oeste o se derrumban solos ante sus contradicciones intestinales” ¿cómo entra en esta generalización banal la principal potencia con el PBI industrial igual a la suma de los pbi industriales de EE.UU+Alemania+Japón; es decir China?