Si usted es como yo y se despierta todas las mañanas acariciando suavemente una nota bancaria emitida por el banco central de la república bananera en la que habita (pues todas las repúblicas de una forma u otra lo son), las prometidas mieles del mundo de los cripto activos le generan una desconfianza radical. Esa desconfianza suele verse acrecentada por la discontinuidad estética-cognitiva que existe en este divertido universo: la gente inteligente que lo habita suele padecer de unos cuantos kilos de más y carecer de criterios básicos de higiene y vestimenta mientras que los más digeribles visualmente a duras penas pueden elaborar un argumento entre la testo y la cocaína que atraviesa sus cerebros. Existe algo que claramente está mal en ese mundo tan opaco de pretendida transparencia radical, y el hecho de que su único caso de uso medianamente consistente sea el de mover dinero con orígenes ilícitos acrecienta esa desconfianza. Ahora bien, lamentablemente desde estas líneas consideramos que existe cierta lógica filosófico-económica que se le puede dar a este mundillo de pequeños diablos que acaban de engañar tan vilmente a nuestro presidente. Vamos a esforzarnos por hacer un breve breve caso al respecto.
El dinero es una cosa hermosa. Su brillo, su poder, su aparente neutralidad respecto a los fines que queramos darle es algo que nos atrapa. Como buen marxista considero que más allá de su expresión física, aspecto fenoménico irrelevante, el dinero representa un cúmulo de tiempo social humano condensado en un recipiente que lo cuantifica. El dinero condensa vida humana en su fatal atractivo, condensa poder, y por ello entregamos a su vez nuestra vida para conseguirlo. Independientemente de que el lector crea estos desvaríos metafísicos del autor, el dinero es en todo momento y en todo lugar en el que existe una expresión fundamental del valor social. Es así que todo intento de modificarlo implica una revolución en la forma en la que se administra ese valor. Repensar el dinero es repensar los vínculos entre los individuos: quien determine la forma que toma el dinero tiene un poder enorme sobre el ser humano.
Hagamos una breve historización lógica de la evolución de nuestro objeto (para quien no sabe, una historización lógica no es ni histórica ni lógica sino un gran recurso retórico que usamos los filósofos, o quienes fuimos entrenados en la disciplina, para justificar nuestras preferencias personales). El origen más primitivo del dinero en una sociedad consiste en el acuerdo general de seleccionar un objeto natural como medio de intercambio entre sus miembros. El mismo debía 1) tener valor de uso, a fin de que ya tenga por sí solo una demanda; 2) ser lo más fraccionable posible, para facilitar el intercambio; 3) ser durable, para sobrevivir a las inclemencias del tiempo sin arruinar su valor de uso; y 4) tener disponibilidad limitada, para que su establecimiento como dinero no devenga en una sobreproducción del objeto en particular, devaluándolo. El refinamiento del sustrato natural del dinero culminó en el oro y la plata como sus representaciones más populares. Materiales muy poco corrosibles, relativamente fraccionables, con valor intrínseco por su cualidad de metales nobles, mientras que el minado de estos objetos estaba bastante constreñido por su disponibilidad natural. En economías medianamente pequeñas y, fundamentalmente, estáticas, este sustrato natural del dinero funciona bastante bien para cumplir su rol de medio de cambio. Las limitaciones al crecimiento poblacional derivadas de carencias civilizacionales funcionaban también como un límite a la necesidad de tener un sistema monetario más reactivo al cambio social y las fluctuaciones en la demanda de dinero. Podemos pensar a la moneda, con la carga de materialidad que tiene el término, como la culminación semántica de este momento.
Los problemas derivados del sustrato natural del dinero son varios y personas con más tiempo y conocimiento que yo las han desarrollado. En resumidas cuentas, la determinación de la cantidad de dinero disponible escapa a la sociedad que lo utiliza, generando fuertes ruidos en el sistema de precios. El valor del dinero ya sea por arriba o por abajo —i.e., por exceso de demanda o de oferta— escapa por su contenido social a los límites de su sustrato destruyendo las señales que pretendía dar. Se da entonces una divergencia entre el precio del dinero como mercancía y el precio del dinero como dinero en sí mismo. Esto puede parecer medio confuso, pero es un fenómeno capaz de destruir con él a un mercado y, con este, a una civilización. No hace falta más que pensar en lo que fue de España con el incremento de las cantidades de oro y plata derivadas de la conquista de América. La imposibilidad de controlar racionalmente la cantidad de dinero, con el consecuente peligro que esto implica para el sostenimiento del mercado, hacen al sustrato natural, o la moneda, insostenible.
El momento siguiente, en el que en buena medida nos encontramos ahora, es el de la humanización del dinero. Como dijimos al comienzo, el dinero no es valioso qua dinero por la utilidad de su materia sino que lo es en la medida en que encierra o representa la acumulación de valor humano. En este sentido cuando una sociedad comprende este pequeño detalle es capaz de tomar sobre sí la creación de los agregados monetarios de forma tal de promover la producción y circulación de valores sociales. En buena medida este proceso comienza con la bancarización de las monedas y su circulación corriente en la forma de notas bancarias. Las notas bancarias promovieron la mayor portabilidad, fraccionamiento y seguridad del dinero, volviéndolas una superación netamente tecnológica de la moneda, pero introduciendo un universo de problemas consigo. El primero y principal es el de la confianza en el emisor de la nota. En principio nada detiene a una institución bancaria de emitir indiscriminadamente notas sin respaldo alguno, inundando la plaza y sentando las bases de una posterior corrida más que la fe del público en el valor de esas notas. La buena fe de los actores bancarios, entonces, constituía el principal freno a la expansión del sistema. La “confianza”, cuyo rol en la moneda era más que nada la fiabilidad del contenido de material en la misma, pasó a convertirse en un actor clave del nuevo sistema del dinero, al permitir o limitar su expansión. La expansión del mismo más allá de los límites naturales de la cantidad de moneda depositada en las bóvedas dependía de la confianza que los individuos tuvieran en las instituciones bancarias.
La bancarización abrió todo un universo de transmutaciones interesantísimas en el reino del dinero. Su operación fundamental, la captación de un pasivo a cierta tasa de interés —0% es una tasa de interés— para emitir con ese respaldo créditos, transformó el panorama productivo conectando de forma eficiente excedentes de tesoro con empresas necesitadas de capitales. Como dijimos antes, una revolución del dinero implica una revolución de la sociedad y el mundo habilitado por la bancarización fue completamente diferente al anterior. Esto no significa que antes de los bancos no existía el financiamiento, sino que los bancos le permitieron a la sociedad eficientizar tremendamente el proceso de financiación de emprendimientos al poder, finalmente, ponerle un precio al mismo. La tasa de interés, el precio del dinero, se volvió entonces la principal variable a la hora de entender la relación de una sociedad con su propio esquema productivo, con el tiempo, presente y futuro, y con los valores humanos. En torno a esta tasa se juegan los horizontes de expectativas de una sociedad dada, los plazos de tiempo en los que se le permite pensar y ejecutar ideas (con el 0% como plazo infinito). Yendo a cuestiones más terrenales, la catástrofe de un riesgo país a niveles argentinos es que el horizonte de cualquier proyecto es el ahora más inmediato, planificar a más de uno, dos, cinco años se vuelve completamente imposible o requiere de retornos casi criminales. El resultado es una sociedad que no innova, encerrada en sus mismas dos o tres actividades, desconectada del futuro y del resto del mundo.
Volviendo al tema, el Estado no podía dejar pasar la oportunidad de hacerse con el control de una cuestión tan sensible a sus intereses. La humanización del dinero volvió a su control racional un imperativo social. El Soberano no podía dejar que los bancos actúen indiscriminadamente en el proceso de emisión monetaria y creación secundaria de dinero, es decir, intervenir libremente en el precio del dinero, por lo que estuvo en sus intereses más íntimos intervenir este ámbito a través de la creación de los Bancos Centrales. Existían motivos de sobra para esto, eminentemente de seguridad nacional. La salida del pacto de Bretton Woods, el peg relativo de todas las monedas del mundo al USD y el peg de este a una cantidad de oro, no fue más que la formalización de una ruptura entre la moneda y el dinero que ya se venía gestando desde hacía cientos de años. El sistema en el que vivimos, con la determinación del precio del dinero mundial en buena medida por parte del Estado norteamericano a través de la entidad oracular conocida como la Reserva Federal, es parte de la experiencia que la humanidad está realizando con la substancia quimérica del dinero. Los bancos centrales del mundo tienen cierta jurisdicción limitada dentro de sus propios espacios soberanos para mover la tasa de interés —a pesar de estar bastante controladas en múltiples aspectos, a su vez, por las regulaciones del BIS en Basilea—, pero la existencia de facto de un signo monetario global como lo es el dólar vuelve a esta discreción muy relativa respecto a la de la FED. ¿Significa esto que somos gobernados por los Estados Unidos? En un sentido muy nuevo e interesante sí, exactamente, pero hay cosas peores.
Concluimos entonces que somos monetary girls en un monetary world donde la determinación última del precio del dinero y por tanto del horizonte de expectativas de la sociedad la tiene un viejo meado nacido en Washington D.C. que se llama Jerome. Miren la cara de tipazo que tiene:
Ustedes podrán decir que los países normales no transaccionan en dólares por lo que la soberanía monetaria sigue estando en manos del Estado de cada país pero todos sabemos que eso es cope para ingenuos. Entonces, ¿qué promete cripto? Justamente la panacea cripto deriva de esta conciencia de vivir en un mundo en el que la humanización del dinero, con su liberación de las fuerzas productivas, llevó a una totalización del dominio del individuo por parte del Estado. El valor social, ahora entendido universalmente como tal, de repente es determinado íntegramente por un hombre con corbata que habla inglés y sufre de permanente indigestión. ¡Catástrofe! ¿Qué hacemos? Bueno, creemos una magnitud social que sea capaz de cumplir con todas las funciones previamente descritas del dinero y no dependa de la confianza en una entidad humana para la asignación de esas magnitudes. Bitcoin surge como la solución tecnológica a la imposibilidad de establecer un sistema de dinero independiente de un sustrato natural sin que dependa de la confianza en una entidad centralizada para la certificación de las cantidades en posesión de cada individuo. La emancipación de la tutela monetaria del Estado requiere, si es que no quiere volver a la edad de piedra natural, que exista un protocolo mediante el cual acceder a las virtudes de un sistema financiarizado —existencia de spread de tasa entre pasivos y activos— sin que una entidad humana pueda incidir sobre el precio del dinero. En este sentido, cripto se plantea como una superación lógica, como un momento posterior dentro del gran proceso de humanización del dinero. La magnitud social dejaría de depender tanto de un vector natural como de un vector político, pasando a estar establecido íntegramente por un vector racional-tecnológico.
¿Esto es posible? En mi humilde opinión por como están dadas las cosas a menos que medie una renuncia voluntaria por parte de los Estados Unidos al señoreaje global las chances son bastante bajas. El protocolo de bitcoin es tremendamente caro en términos transaccionales —limitando fuertemente su caso de uso en circunstancias cotidianas— mientras que paralelamente es demasiado volátil como ancla de un sistema menos robusto por esa ausencia de demanda intrínseca. El universo Ethereum es divertido por el lado de la programabilidad de los contratos inteligentes y las posibilidades que eso abre a la hora de quitarle prerrogativas a la ineficiencia del Estado, pero su dependencia como protocolo de la Ethereum Foundation hace que tenga exactamente los mismos vicios que el sistema monetario global al que intenta reemplazar. Personalmente prefiero que me gobierne monetariamente una potencia con portaaviones antes que un esquizofrénico anoréxico con claras tendencias comunistas. Por estas mismas cuestiones es que el multiverso cripto hoy día se me aparece sobre todo como eso, un multi-verso, un cúmulo de proyectos sin valor intrínseco orientados a levantar dinero de especuladores incautos para salirse con el botín. Gente que vive de vender que el futuro está en la independencia del Estado pero que para eso no acumula armas, o que las que acumula pertenecen a las peores personas que existen en este hermoso planeta —terroristas, narcotraficantes, esa calaña. Lo que pasó con el token Libra en Argentina fue solo un ejemplo más de esta comunidad de gente con terror al trabajo engañando, parece, a los incautos.
Es así que, opino, tendremos sistema monetario estatal global por un buen tiempo. En cierto sentido concuerdo con los problemas que señala el libertarianismo cripto-lover, pero no considero que constituya una opción políticamente superadora, por sí solo, al sistema actual. La informatización de todos los flujos económicos en efecto acrecienta de forma bestial los poderes de control del Estado, y de Estados Unidos, pero la lucha contra este fenómeno es una lucha política dentro del mismo sistema de dinero y no una meramente técnica. Quizás bitcoin tenga algún rol en la misma, pero no creo que se convierta en un nuevo medio de intercambio global pues, lo quieran o no los nerds, el mundo es de los poderosos.
"Es así que, opino, tendremos sistema monetario estatal global por un buen tiempo. En cierto sentido concuerdo con los problemas que señala el libertarianismo cripto-lover, pero no considero que constituya una opción políticamente superadora, por sí solo, al sistema actual. La informatización de todos los flujos económicos en efecto acrecienta de forma bestial los poderes de control del Estado, y de Estados Unidos, pero la lucha contra este fenómeno es una lucha política dentro del mismo sistema de dinero y no una meramente técnica. Quizás bitcoin tenga algún rol en la misma, pero no creo que se convierta en un nuevo medio de intercambio global pues, lo quieran o no los nerds, el mundo es de los poderosos. "
La idea de las criptomonedas es servir de metodo de resistencia al poder de los Bancos Centrales, pero su potencialidad subversiva se ve rápidamente diezmada cuando grandes jugadores le encuentran la mano y pasa a ser un juego controlado por unos diez bolsillos con gran poder económico detrás para moldear al mercado a su gusto. Bassically, otro sector oligopolico a la vieja ultranza.
En todo caso, es interesante como inyección desestabilizadora, pero como todo ingenuo libre mercado un par de vivos van a querer acaparar todo lo posible para mandar la batuta de la cancha, eso es mero orden espontáneo.
Por eso es una necesidad aplicar constantemente dosis de caos microfinanciero, evitando así con pequeñas acciones que se terminen estabilizando sistemas de dominación especulativa explosivas.
En resumen, speedrun de como volar credibilidad internacional con un par de Tweets y por confiar en cualquier crypto transa asiatico que se te cruce por ahí.
Y espero que sea con motivos de enriquecimiento ilícito y no por qué te hayan tomado de bld.
Like por la cara de ese tipazo