¿Es acaso usted un troll y no lo sabe?
Sobre las redes sociales y las diferencias entre la Cámpora y la Cámpera
Hoy en día está muy de moda realizar profundas y elaboradas reflexiones sobre el rol de las redes como amplificadoras de los terribles discursos de odio, destructores de la civilidad, brutal espada de la ultra-mega-archi derecha. Tanto es así que el tópico se esta convirtiendo en uno de los ejes centrales de cualquier intelectual de izquierdas que quiera pensar el presente. ¿Cómo abordar la discusión pública sin entender que hay un lado compuesto íntegramente por odiadores seriales y otro por paladines de la moral? Imposible, errado, pero haremos un intento.
Las redes sociales constituyen un cambio de reglas enorme en lo que refiere a la construcción de poder en Estados democráticos, pero distan de funcionar como creen las almas bellas. El modelo que tienen en mente estas personas no es más que una traslación del modelo de los medios de comunicación a la era informática. La descentralización de la emisión del mensaje no sería más que una mera pantalla detrás de la cual se ocultan los verdaderos actores con intereses concretos que monopolizas la generación y difusión de mensajes. Las etéreas granjas de trolls (no niego que existan) son la continuación lógica de los antiguos Magnettos o Murdochs de los medios tradicionales. La interacción dentro de las redes se piensa, desde la política, como la emisión de un mensaje y la repetición del mismo hasta que penetre en el duro cráneo del receptor. Tarea ingrata, pero alguien tiene que hacerla. Esta comprensión del asunto lleva a que el plan de acción de parte de quienes así la ven sea básicamente el del astro-turfing: el boosteo inorgánico de un mensaje predeterminado por un comité o agente mediante cuentas afines y bots. El alcance del mensaje se confunde con su efectividad, dando la apariencia de un control del territorio cognitivo mayor al que se tiene.
El problema con este acercamiento al asunto de las RRSS es que desaprovecha la gran ventaja del medio, i.e. la horizontalidad en la producción de contenido. El elemento social de las redes sociales refiere a que cada polo que interactúa con un mensaje o una idea pertenece a un circuito de validación colectivo con una forma mayoritariamente piramidal pero también rizomática, granular, desestructurada. La penetración de un mensaje político depende de su capacidad para franquear estas múltiples barreras cognitivas que bloquean el acceso cuando se encuentran con una idea adversarial a su cosmovisión. El mensaje no tiene que ser solamente visto sino que tiene que ser incorporado -consciente o inconscientemente- por el receptor. Es este el aspecto central y más complejo de dimensionar. A su vez, el nodo/la mente a conquistar es capaz de luchar (con todo el enorme rango de opciones que la palabra lucha incluye) contra el mensaje en cuestión. Esta pelea tiene su escenario en el punto de conexión entre nodos cercanos.
Ejemplifiquemos: pensemos en dos amigos politizados, uno libertario y uno kuka, parte de un grupo de 10-15 jóvenes que consumen X más que nada para ver noticias sobre farándula, deporte, etc., frente a la introducción de un mensaje. El mensaje tiene como origen a una cuenta grande kirchnerista que quiere instalar que los salarios perdieron contra la inflación. El amigo k rexeetea mientras está en el baño con el texto: “gobierno genocida de trabajadores”. Ambos amigos tienen un nivel similar de formación política/económica, pero el libertario tiene acceso a un enorme cúmulo de cuentas que luchan directamente -a través de argumentos, insultos, etc.- contra este mensaje. Es así que el nodo libertario puede responder o bien diciendo “kukardo cuando aprendas a bajar la inflación hablamos” o bien diciendo “los salarios formales a nivel nacional crecieron contra la inflación, pasa que la boluda de Strada mide contra IPC CABA”. Ambas respuestas cumplen el cometido de luchar contra el mensaje y ambas son copias casi textuales de respuestas que encontró previamente sobre el tema. El mensaje queda así, en este ejemplo, efectivamente neutralizado en lo que refiere a penetración efectiva en el grupo de 15 amigos, que son quienes leen la pelea. En este caso podemos entender cómo un mensaje puede tener alcance sin por eso tener penetración.
El problema para el nodo kuka de nuestro ejemplo es que en una situación equivalente, por el modo en que concibe las redes el peronismo, no va a encontrar una variedad tan grande de respuestas para neutralizar el mensaje rival, justamente porque primero la respuesta debe pasar por el filtro de la organización. Una demora de horas, o peor, días, es inaceptable cuando cada combate dura minutos. La ausencia de respuestas es tomada por los no-iniciados como una concesión al emisor ya que el mensaje llega sin ruido a sus destinatarios. La acumulación de pequeñas verdades, que deben a su vez tener algún género de correlato con la experiencia vivida de los receptores, implica a la larga un reacomodamiento de la concepción del mundo de estos. Este reacondicionamiento es tan potente que puede desarmar incluso el de la enseñanza formal básica. Esta muerte por mil cortes cognitiva es aún más grave cuando se trata de una lucha entre un agente informado por redes y uno informado por medios tradicionales. En esos casos el grado de reacción es aún más abismal para los segundos. Cada operación exitosa en diarios, televisión o radio requiere de una inversión fenomenal de recursos y suele poder ser neutralizada en pocos minutos por 20 gordos mientras están cagando.
Sabrán perdonar la vulgaridad del asunto, pero es necesario transmitir lo mundano de la guerra cognitiva. La multiplicación de los nodos de producción-distribución de contenido requiere que cualquier fuerza política seria sea capaz de darle casi plena libertad de acción a sus agentes/militantes para que operen de forma óptima frente a cada evento informativo. Es precisamente ahí en donde encontramos la diferencia fundamental entre La Cámpora y La Cámpera. Los libertarios, con el Gordo Dan a la cabeza, entendieron antes que nadie la táctica y estrategia del nuevo paradigma informacional o, si quieren, de la guerra cognitiva. El agente debe poder, como un comando, tener los recursos para decidir por sí mismo cómo reaccionar de forma ideal ante un evento aún cuando dicha decisión diste de ser clara de antemano.
Mientras tanto, la verticalidad y el secretismo de la mayor parte de las organizaciones peronistas en lo que respecta a la comunicación deja a sus agentes terriblemente desamparados en el día a día del combate. La desmoralización que vemos en la oposición deriva en buena medida de que sus generales dejaron a los soldados tirados en medio de territorio enemigo, en una retirada desordenada y sin futuro. Es bastante increíble que después estos mismos jerarcas se sorprendan de que les spawneen operativos rebeldes -traidores, para ellos- por todos lados. Para ser un movimiento cuyo fundador era militar lo básico del mantenimiento de la moral de la tropa se les olvida. En este caso específico quien dejó tirado a “los pibes” fue primero y antes que nada la dirigencia, esto fue así independientemente del resultado electoral, el cual solo lo hizo evidente. La maquinaria de formación de agentes tradicional (Unidades Básicas, Universidades) palidece en términos de velocidad y alcance frente a las posibilidades que proveen las redes sociales para la politización. Es más, el único de toda la actual oposición que entendió mínimamente esta dinámica, Rebord, fue neutralizado por la dirigencia que no entendió la relevancia de lo que estaba haciendo y lo ve, hasta hoy día, meramente como un buen cuadro al cual poner en frente de un micrófono y una lista.
Desde ya que celebro todos estos acontecimientos y no creo que, aún si leyeran semejante avivada, puedan cambiar curso en el corto plazo. Esto se debe a cuestiones que exceden los aspectos formales del combate, analizados aquí, y tienen que ver más con los sustantivos, i.e. el mensaje que quieren transmitir, pero ese tema lo hemos tratado en otras entregas. En definitiva, el armado de agentes en redes es costoso intelectualmente y suele demorar años, años que no tienen. Dicho sea de paso, este problema es también común a los demócratas en EEUU -aunque son bastante menos inútiles que la izquierda local- y a buena parte del resto de las fuerzas de izquierda a nivel global. La dinámica anterior de las RRSS los salvó por unos años de su inoperancia comunicacional, pero ya no más. Mi lectura es que se vienen unos años de reacción conservadora fuerte y cuanto más intenten evitarlo aferrándose a las herramientas del sistema burocrático peor será.
Pa, muy bueno. Saludos. #ElAggiorno.
Magistral, como siempre. Sumo que la idea de “formadores de opinión” monopólicos capaces de ganarle a fuerza de ruido a la experiencia material de la gente siempre fue una fantasmagoría, no servía en la Década Perdida y menos ahora. Reviendo el viejo debate de Lanata y Abraham contra dos intelectuales K, me di cuenta de hasta qué punto tuvieron, bajo el gobierno de Alberto, el ecosistema de medios que soñaron tener durante el Kirchnerato original. El modelo de medios K era la fragmentación de los grandes medios en mil radiesuchas y canalcitos locales, comprables, disciplinables, que repitiesen en tonos levemente distintos el mismo mensaje, y que pudieran controlarse volcando los recursos del Estado en adquirir la mayoría crítica de ellos. Tuvieron eso, en forma de las redes descentralizadas, MÁS la complicidad de Clarín, y con todo perdieron porque el problema no es el ecosistema de medios (concepto espurio del que me ocuparé en un futuro) sino su forma conspirativa de concebir la comunicación, independientemente de cómo de manifieste.
Me gustó también la diferenciación de estrategias de guerra cognitiva. Se puede decir que vivimos en la Primera Guerra Mundial, el surgimiento de las Auftragstaktik, y los kirchneristas siguen tirando grandes masas de caballería. Moralizar y entrenar a la tropa para decidir por sí misma, habiendo asimilado el objetivo, es la lección final del general Perón en Conducción Política: conducir es enseñar a conducir, dar armas a los hombres.