La vida en la periferia para el lector medianamente atento conlleva una muy divertida relación con el pasado y el futuro. Una urbe como Buenos Aires se puede desgranar arqueológicamente de acuerdo a cómo se relacionaba la sociedad con el porvenir en cada momento . De los extremos de los palacios franceses de aguas corrientes y su certeza de eternidad de la ciudad, a los edificios de durlock y plástico, verdaderos monumentos a vivir con suerte los próximos 10 años y apuntar a adoptar un gato. La volatilidad de la periferia hace que, más allá de los estilos, el horizonte temporal del duro suelo de nuestras ciudades se presente como una lucha constante entre el corto y el largo plazo, entre las expectativas de futuros imperiales y las de colapso total (y posterior conquista carioca o, dios nos salve, chilena). La estabilidad y la consistencia arquitectónicas son privilegios para naciones que encontraron -aunque quizás perdieron- un sendero de crecimiento comunitario sostenido.
De todas formas no voy a dedicar este sábado hermoso a doomerpostear sino a reflexionar un poco sobre cierta crítica recurrente a las “nuevas derechas” que aunque trillada no deja de ser interesante para analizar. Podría resumir esta incisiva lectura sobre la realidad así:
Las nuevas derechas latinoamericanas y globales no son más que una copia del manual de Steve Bannon aplicado en Estados Unidos con Donaldu Trumpo, la base material para su reproducción se asienta en la estupidización colectiva producto de las redes sociales y la insatisfacción de las clases medias con que los pobres no sean tan pobres. El sujeto de las nuevas derechas es un hombre hetero cis resentido y miserable, empobrecido dentro de los límites amoralizantes de la clase media, que vive atrapado en una burbuja informativa diseñada por el mismísimo Elon Mots para hacerlo odiar a las minorías étnicas y sexuales. Este patético individuo -ahora que sus históricos privilegios se pusieron en cuestión gracias a los movimientos liberadores feministas/negros/inserte su colectivo oprimido preferido- prefiere ver arder el mundo antes que aceptar que quienes antes estaban sometidos a su tiránica voluntad accedan a lo que es legítimamente suyo. En efecto, ellos merecen todo eso y más pues fueron los verdaderos motores de la historia.
Más allá de los giros humorísticos lo interesante de esta hipótesis de análisis es que sitúa a las nuevas derechas como los más recientes personajes de una vieja y conocidísima historia: los enemigos de la liberación de la humanidad. Los trolls libertarios se ubican en directa continuidad histórica con Luis XVI y los apologistas del ancien régime como nuevo y degradado enemigo de los apologistas del Bien. Con esto no estoy afirmando nada innovador, sino describiendo el andamiaje teórico desde el cual el liberalismo comprende al mundo. Están los buenos -progresistas / liberales- y los malos - conservadores / oscurantistas. Desde ya que considero que tienen razón y el conservadurismo -por sus limitaciones teóricas as is- está condenado irremediablemente al fracaso, aunque ese no es el tema de este hipervínculo. Lo interesante de esta disyuntiva es que aplica bastante bien al desarrollo de la Historia con H mayúscula, pero se vuelve terriblemente insuficiente, casi paródico, aplicado a la jijijistoria o a como queramos llamar al proceso de crecimiento de esta gran Nación Argentina.
Todo es copia de copia en el mundo, pero para traspasar esa copia de copia a latinoamérica hay que pasarla por un filtro de estupidez extra como para estar seguros de no pedirle demasiado a nuestro frágil corazón en términos de expectativas. Con eso no quiero decir que la derecha local sea más idiota que la global -más aún, creo que en términos de nuevas derechas nos ha tocado una significativamente no-retrasada por más increíble que suene- sino que todo el proceso de desarrollo histórico de esta tierra está mucho más marcado por la estupidez que por la razón.
Para un hegeliano, como quien escribe, es casi un pecado afirmar que el desarrollo es producto de una deficiencia en términos absolutos y no de una en términos relativos. Una deficiencia relativa refiere a una incapacidad momentánea de un sujeto -o una nación- para comprender su objeto, lo cual lo fuerza a tener que redefinirse en torno a éste y crecer para poder abordarlo. Una deficiencia absoluta es un Error, aquello que no debería estar allí, un conflicto entre los hechos y la razón, algo inadmisible pues entra en conflicto con la totalización que la arrogancia de la filosofía pretende imprimirle a sus análisis. Por suerte soy arrogante mas no filósofo así que termino este breve excurso aquí.
La cuestión es sencillamente que nuestra historia es el lamentable producto de intentar agarrar al presente por las astas y llegar siempre 10, 20, 30, 50 años tarde. La falta de pericia de nuestros sucesivos gobernantes se traduce en una relación caótica con el tiempo que deriva en lo que parece un estado generalizado de locura. Hay un chiste trágico que dice que si te vas dos años de Argentina volvés y es todo diferente, mientras que si te vas veinte y volvés todo es igual. Creo sin embargo que el círculo es una figura demasiado perfecta y optimista para caracterizarnos, nosotros rechazamos la infinidad de la curva por lo errático del electrocardiograma de Lanata. Nos abrazamos al caos por creer firmemente en nuestro destino de grandeza mientras que somos demasiado perezosos para trabajar para obtenerlo. Gifted kid burn out syndrome pero con vaquitas.
En este contexto, ningún movimiento político, ninguna práctica económica, puede ser una mera copia sin más de los desarrollos centrales. Todo debe adaptarse al atrasadísimo suelo de esta patria y al hacerlo convertirse en algo, por lo general, completamente diferente. Si el hijo tonto de FDR y el fascismo europeo resultó en “el movimiento político más grande de occidente” quién dice que el hijo del trumpismo y el anarcoliberalismo anti-rawlsiano no tenga similar impacto en una tierra ávida de épicas de grandeza que carga con años y años de humillación económica. La incorporación de la filosofía política liberal libertaria al manual trumpista, combinada con la figura de JGM como intérprete vivo de las vejaciones espirituales a las que se sometió al pueblo argentino da lugar a un fenómeno que en su aparente estupidez es novedoso. Sin esa estupidez, de más está decir, hubiera estado condenado a la irrelevancia.
Quizás la solución al problema que plaga a los teóricos, a los artistas, a los emprendedores, básicamente a cualquier ser humano vivo en una era en la que podemos saber al instante que todo pensamiento nuestro ya fue pensado sea seguir el camino de los filósofos modernos y romper con la insoportable carga y aburrimiento de la filosofía escolástica. En términos políticos sería romper con lo que creemos que son los criterios y verdades más básicos de cara a encontrar con ello una Verdad de otro orden, un criterio más universal. Quizás la solución a encontrar la originalidad sea el hacer rápido, estúpido, sucio, sin prestarle demasiada atención a lo que digan los catedráticos con el monopolio de la interpretación de las sagradas escrituras (aunque ni textos sagrados tengamos hoy día, qué ridícula la academia como ejercicio de autoridad sin fuente). Quizás también sea esa la receta perfecta para terminar de acelerar el lento proceso de desintegración social al que estamos expuestos desde hace años. ¿Quién sabe? Por lo pronto: ¿Yo? Argentino.
"La incorporación de la filosofía política liberal libertaria al manual trumpista, combinada con la figura de JGM como intérprete vivo de las vejaciones espirituales a las que se sometió al pueblo argentino da lugar a un fenómeno que en su aparente estupidez es novedoso. Sin esa estupidez, de más está decir, hubiera estado condenado a la irrelevancia." Solo diré que lo aparentemente estupido es aquello que escapa a lo que es racional. Racional bajo los criterios que lo establezca un marco teórico.
Veremos qué tanta "estupidez" se lee en los términos de los criterios hegemónicos locales, o mejor dicho que escapa de su entendimiento.